Dylan Cram

El trabajo reciente surge de la representación de la individualidad entendida a través de las estructuras narrativas del cine y la televisión. Si bien puede categorizarse superficialmente como retrato, en realidad tiene más que ver con la caracterización que con cualquier intento de representar fielmente la personalidad o esencia de un individuo.

En lugar de representar un sujeto humano específico, la obra intenta proporcionar un espacio donde se pueda estudiar el drama de un momento representado. En realidad, las figuras representadas son cáscaras vacías sobre las que proyectamos nuestra propia interpretación: la iluminación, el 'método' de actuación, el atractivo del vestuario, el maquillaje y el cabello, acentúan nuestra capacidad de contar historias, incluso con información limitada.

Estos íconos vacíos están despojados de estructura narrativa, actores secundarios o cualquier contexto aparente. Están quietos y, sin embargo, tiemblan y brillan en su soledad. Las pinceladas se minimizan como para enfatizar el brillo de la 'pantalla plateada'; la pintura se difumina y se suaviza para implicar un momento cambiante en lugar de uno estático; el brillo del lienzo en sí es una invitación a quedarse, aunque el momento esté cambiando. Se trata de figuras intermedias entre historias, entre pensamientos y palabras, entre acciones, al igual que nosotros mismos.