Arte de la diversidad y arte de la tolerancia

Algunos recordarán el fresco que Diego Rivera pintó por encargo de la familia Rockefeller en 1933 y que fue completamente destruido en 1934 por lo que representaba... Trotsky, Marx, Lenin y otras figuras del comunismo en el corazón del templo capitalista por excelencia que es el Rockfeller Center. Un episodio que ilustra perfectamente la censura y su impacto en la creación artística, pero también un ejemplo de audacia y compromiso. 

El arte, por desgracia, no está exento de las discriminaciones que minan la sociedad occidental. El escaso porcentaje de mujeres artistas que se presenta en la FIAC se ve ahogado por la concentración en unas pocas "estrellas" femeninas que casi hacen olvidar su constante infrarrepresentación en la escena artística. Un debate que cada vez está más presente en muchos eventos, como el Festival de Avignon, que en 2018 denunció la bajísima tasa de mujeres directoras.

Más allá del ámbito de los eventos, existe una verdadera barrera cultural en la comprensión, aceptación y promoción de ciertos artistas. Esto es especialmente cierto en el caso de los artistas racializados y afrodescendientes, y más aún cuando estos artistas se encuentran en la encrucijada de varias minorías y, por tanto, son objeto de diversas formas de discriminación: raza, género y orientación sexual. Los artistas afectados están en el centro de los problemas de la diversidad cultural. Es el caso, por ejemplo, de Estelle Prudent, una artista queer racializada, que habla en sus obras de la opresión que ha sufrido. O Samuel Cueto, cuyas fotografías ponen de relieve los cuerpos maricones, transexuales y tatuados del underground y los bajos fondos de los suburbios de las principales ciudades tailandesas.

Por el compromiso militante que conllevan y la fascinación que sugieren, estos mensajes y luchas están ahora más en primera línea de la escena artística contemporánea.

En este sentido, el arte tiene una responsabilidad hacia su público: más que cualquier otro medio, el arte pictórico es una fuerza de representación y puesta en valor. Es esta fuerza de propuesta, que ofrece al gran público un nuevo enfoque del arte, destruyendo la norma, a través de nuevos gráficos y nuevos emblemas y referencias.

La fuerza del arte contemporáneo, y en particular de la fotografía tal y como tiende a definirse ahora, es tener en cuenta tanto al artista como al modelo. La creación conjunta que surge de una imagen es el resultado de un cruce, o incluso un choque, entre la mirada del artista y la de su modelo. Esto es especialmente llamativo en las fotografías de Marco Antonio Calvacanti, Lee Jeffries o James Sparshatt. 

El tema LGBTQI+ y la representación de la comunidad también parece estar cada vez más en el punto de mira, y el mundo del arte desempeña un papel importante en la integración de todos aquellos artistas que en su día estuvieron exiliados en la sociedad.

Por último, el arte se convierte en un verdadero demiurgo, el creador por excelencia de imágenes extravagantes que van en contra de los prejuicios. Una mujer casi completamente velada fumando un cigarrillo, una monja con el pecho desnudo, una pareja de amantes octogenarios o una anciana fumando un puro con aire relajado. Todas estas imágenes rompen los tabúes en una sociedad todavía encorsetada por normas arcaicas. El laicismo, la abolición de los estereotipos y el fomento de la convivencia son temas que los artistas pueden y deben abordar legítimamente. Su libertad de expresión y su experiencia de alteridad compartida son fuentes de inspiración para construir una sociedad más justa, tolerante e ilustrada.