![Edición, The Rat Race (noir et rouge), Damien Deroubaix](https://media.artsper.com/artwork/607971_1_grid.jpg)
The Rat Race (noir et rouge)
Damien Deroubaix
Edición - 120 x 160 cm Edición - 47.2 x 63 inch
2.053 US$
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Edición - 120 x 160 cm Edición - 47.2 x 63 inch
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En 1603, el líder supremo de Japón, Tokugawa Leyasu, nombró a la ciudad de Edo (actual Tokio) capital del archipiélago. Esta decisión dio lugar a un gran florecimiento artístico durante más de dos siglos y medio, el periodo Edo. Con la excepción de algunos intercambios comerciales, Japón cerró totalmente sus fronteras. Allí se desarrolla una fuerte y llamativa cultura, especialmente la práctica del grabado. Ya extendido en China, Hishikawa Moronobu y Suzuku Harunobu realizaron los primeros grabados en Japón.
En Edo hay una fuerte competencia y una batalla de precios entre los editores. En aquella época, los grabados tenían una orientación comercial y no se consideraban obras de arte. Los nombres de los autores aún no se conocían, ya que la cadena de producción era larga.
Las impresiones forman parte de la vida cotidiana. Pueden adoptar la forma de calendarios, decoraciones o anuncios. También hay grabados de actores del siglo XIX, que se encuentran entre los más raros y caros hoy en día, especialmente los de Toshusai Sharaku.
Los grabados más conocidos son los de paisajes, de los que Hokusai e Hiroshige son los maestros, inspirando a los pintores europeos a partir del siglo XIX. Además, la sociedad japonesa cree profundamente en la morada de cada persona por las almas y los espíritus, por lo que los grabados que representan leyendas también son muy apreciados. Finalmente, en una época en la que la vida era dura para los japoneses, y en la que los hombres gozaban de gran libertad sentimental, se crearon muchos grabados eróticos, el famoso "Abuna-e" y el licencioso "Shunga".
A lo largo de los siglos, las estampas se hicieron más valiosas y los grabadores obtuvieron más reconocimiento. Se extendieron por todo el mundo con la reapertura de las fronteras de Japón, llevando a muchos artistas a la fascinación por el grabado. El proceso para hacer un grabado es sencillo: se aplica pegamento a un panel, se pega el dibujo en él, de cara a la madera, y luego el grabador corta las líneas, despeja la madera alrededor y graba el dibujo. Graba tantas planchas como colores tenga el cuadro. Por último, aplica el color a la tabla grabada y lo extiende.
En el siglo XIX, el grabado experimentó un gran resurgimiento en Occidente a raíz de dos exposiciones universales, en París y Londres en 1870. Los artistas empezaron a coleccionarlas y a imitar la técnica y el estilo del ukyo-e (imágenes del mundo flotante). Esto se llama Japonismo. Entre estos artistas, Jean-Claude Monet, Edouard Manet y Vincent Van Gogh se inspiraron en las composiciones de la prolífica era Edo, que les proporcionó nuevas reglas, nuevos temas y una nueva paleta cromática. Van Gogh llegará a escribir: "Toda mi obra está construida, por así decirlo, sobre el japonés... El arte japonés es decadente en su patria, pero tiene nuevas raíces en los impresionistas.
El impresionismo, al igual que el grabado, se practica al aire libre y se esfuerza por representar la naturaleza personificada, desde varios puntos de vista. También se inspiró en los grabadores japoneses en su liberación de las reglas de la perspectiva en favor del movimiento, la luz y el color.
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