Entrar en el mundo de Dirk De Keyzer es un poco como sentarse en una mesa en una terraza para “ver pasar a la gente”. Seguimos a una bella mujer de cabello rebelde, cuando la mirada se detiene en el andar excéntrico de un hombre atípico o en una silueta llena de misterio... Ya no son las personas que miramos, es el espectáculo de la vida que presenciamos, divertidos y movido al mismo tiempo. Las esculturas de De Keyzer son un pequeño tiovivo, un colorido carrusel que nunca deja de girar. Hombres y mujeres de cuerpos esbeltos se cruzan y entrelazan, dando origen a pequeñas historias reales. Lo creas o no, se dice que a altas horas de la noche, lejos de miradas indiscretas, las esculturas cobran vida, hablan entre sí, se cortejan o simplemente juegan juntas. Al amanecer regresan a su lugar... hasta la noche siguiente.
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