Me gusta el lado abstracto de la fotografía aérea y el cuestionamiento que conlleva. A primera vista (e incluso a la décima), el espectador no sabe realmente lo que está mirando. Es difícil descifrar un paisaje en medio de estas extrañas líneas y colores surrealistas (pero verdaderos). A medida que te acercas, a veces notas pequeños detalles (una línea eléctrica, una casa) que te dan una idea de lo que estás mirando. Pero con demasiada frecuencia no hay nada a qué aferrarse: las imágenes siguen siendo misteriosas, desafiando las convenciones y expectativas sobre cómo debería ser un paisaje.
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